Entre el año del puerco y el año de la rata (según el calendario chino), Tucumán decide poner en venta, ciertos inmuebles ( Nota Aa ) que son parte de su patrimonio cultural. Ver nota al respecto en la Gaceta, Nota 1.
Algunas personalidades del hacer cultural se expresaron, trayendo aparejadas las renuncias de: Jorgelina García Azcárate (ex-directora de Patrimonio Cultural).
Ver la Gaceta nota al respecto: Nota 2.
También terminaría con la renuncia de la arquitecta y psicóloga María Blanca Nuri, (directora de Letras y Pensamiento Crítico de la provincia) Nota 3.
Sobre el tema leer nota al Arquitecto Alberto Nicolini: Nota 4:
Sobre la postura del presidente del Ente Tucumán Cultura, Mauricio Guzmán leer nota 5:
Tambien leer nota 6: y en Ñ nota 7.
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Debemos evitar la venta del Patrimonio Cultural de Tucumán:
“El Ministerio de Economía será el responsable de llevar adelante los procesos de licitación para vender edificios que estaban protegidos por la ley de patrimonio y de Activo por Activo. Precisamente, el Gobierno está desde ayer legalmente habilitado para enajenar seis inmuebles del Estado, al publicarse en el Boletín Oficial el texto de la ley 7.990, aprobada el 21 de diciembre por el oficialismo legislativo.
La norma deja en manos del titular de la cartera económica, Jorge Jiménez, la venta de los locales del Siprosa (Mendoza y Rivadavia), de la ex Dirección de Comercio (San Martín 730), de la guardería de 24 de Septiembre 570, de las Juntas de Clasificación Docente (Córdoba 759/765) y la manzana de Sarmiento al 800 (Secretaría de Educación), además de la sede de Rentas.” La Gaceta, 16/01/2008
Urgente, pongámonos en acción para defender nuestro patrimonio. Estos edificios tienen un gran valor histórico y son parte de nuestra identidad.
Una antigua tableta de la Mesopotamia relata el medio de hacer desaparecer a alguien de la memoria y condenarlo a la muerte. Basta con borrar su nombre para que este “no se encuentre ya más ni en el cielo ni sobre la tierra”, así un individuo sin nombre no tendrá existencia. De esta misma forma, borrar nuestros edificios es una manera de borrar nuestro nombre, nuestra identidad.
Numerosos países victimas de la colonización testimoniaron el vacío que comienza a apoderarse de un lugar, cuando pueblos enteros son borrados, la superficie geográfica y el aspecto físico de los lugares son cambiados permanentemente de manera que el país se vuelve irreconocible. Casas, plantaciones, callejuelas y rutas, todo corre con la misma suerte. Ningún punto de referencia queda en pié, las tierras se cubren de nuevos hábitos y de nuevos habitantes. De un modo un tanto forzado surgen nuevas escenografías. Gradualmente la tierra pierde su identidad y una nueva identidad física es puesta allí en lugar de la otra. Todo parece ser remplazado para mejor desplazar. La consecuencia directa de estas transformaciones, es una suerte de desconocimiento de esta nueva tierra por parte de los ancestros. Las personas mayores pierden así sus referencias y los jóvenes son forzados a adaptarse a las nuevas. Esta voluntad de borrado nos pone en guardia sobre el peligro, el fuerte riesgo que debe enfrentar nuestro pueblo y nuestra identidad cultural. Estudios poscoloniales han, desde siempre, puesto en evidencia las incidencias maliciosas del borrado sobre lo que debiera ser el libre desarrollo de las expresiones culturales de un país. Si hay una voluntad de borrado, hay forzosamente, y como el otro lado de la misma medalla, una urgente necesidad de protección y de acciones concretas para la salvaguarda de una cultura y de una identidad en riesgo.
Desprendernos de nuestros edificios que tienen un valor histórico y que hacen nuestra identidad exige que manifestemos nuestra postura respecto de la política oficial de poner en venta edificios centenarios que la Legislatura desafectó del Sistema de Protección del Patrimonio Cultural y los Bienes Arquitectónicos. Exijamos al gobierno provincial que se sometan a revisión las medidas que se están tomando. Claramente es responsabilidad del Gobierno la preservación de nuestro patrimonio.
Carlos Alvarado MA, Sorbona.
Poeta, escritor
Algunas personalidades del hacer cultural se expresaron, trayendo aparejadas las renuncias de: Jorgelina García Azcárate (ex-directora de Patrimonio Cultural).
Ver la Gaceta nota al respecto: Nota 2.
También terminaría con la renuncia de la arquitecta y psicóloga María Blanca Nuri, (directora de Letras y Pensamiento Crítico de la provincia) Nota 3.
Sobre el tema leer nota al Arquitecto Alberto Nicolini: Nota 4:
Sobre la postura del presidente del Ente Tucumán Cultura, Mauricio Guzmán leer nota 5:
Tambien leer nota 6: y en Ñ nota 7.
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Debemos evitar la venta del Patrimonio Cultural de Tucumán:
“El Ministerio de Economía será el responsable de llevar adelante los procesos de licitación para vender edificios que estaban protegidos por la ley de patrimonio y de Activo por Activo. Precisamente, el Gobierno está desde ayer legalmente habilitado para enajenar seis inmuebles del Estado, al publicarse en el Boletín Oficial el texto de la ley 7.990, aprobada el 21 de diciembre por el oficialismo legislativo.
La norma deja en manos del titular de la cartera económica, Jorge Jiménez, la venta de los locales del Siprosa (Mendoza y Rivadavia), de la ex Dirección de Comercio (San Martín 730), de la guardería de 24 de Septiembre 570, de las Juntas de Clasificación Docente (Córdoba 759/765) y la manzana de Sarmiento al 800 (Secretaría de Educación), además de la sede de Rentas.” La Gaceta, 16/01/2008
Urgente, pongámonos en acción para defender nuestro patrimonio. Estos edificios tienen un gran valor histórico y son parte de nuestra identidad.
Una antigua tableta de la Mesopotamia relata el medio de hacer desaparecer a alguien de la memoria y condenarlo a la muerte. Basta con borrar su nombre para que este “no se encuentre ya más ni en el cielo ni sobre la tierra”, así un individuo sin nombre no tendrá existencia. De esta misma forma, borrar nuestros edificios es una manera de borrar nuestro nombre, nuestra identidad.
Numerosos países victimas de la colonización testimoniaron el vacío que comienza a apoderarse de un lugar, cuando pueblos enteros son borrados, la superficie geográfica y el aspecto físico de los lugares son cambiados permanentemente de manera que el país se vuelve irreconocible. Casas, plantaciones, callejuelas y rutas, todo corre con la misma suerte. Ningún punto de referencia queda en pié, las tierras se cubren de nuevos hábitos y de nuevos habitantes. De un modo un tanto forzado surgen nuevas escenografías. Gradualmente la tierra pierde su identidad y una nueva identidad física es puesta allí en lugar de la otra. Todo parece ser remplazado para mejor desplazar. La consecuencia directa de estas transformaciones, es una suerte de desconocimiento de esta nueva tierra por parte de los ancestros. Las personas mayores pierden así sus referencias y los jóvenes son forzados a adaptarse a las nuevas. Esta voluntad de borrado nos pone en guardia sobre el peligro, el fuerte riesgo que debe enfrentar nuestro pueblo y nuestra identidad cultural. Estudios poscoloniales han, desde siempre, puesto en evidencia las incidencias maliciosas del borrado sobre lo que debiera ser el libre desarrollo de las expresiones culturales de un país. Si hay una voluntad de borrado, hay forzosamente, y como el otro lado de la misma medalla, una urgente necesidad de protección y de acciones concretas para la salvaguarda de una cultura y de una identidad en riesgo.
Desprendernos de nuestros edificios que tienen un valor histórico y que hacen nuestra identidad exige que manifestemos nuestra postura respecto de la política oficial de poner en venta edificios centenarios que la Legislatura desafectó del Sistema de Protección del Patrimonio Cultural y los Bienes Arquitectónicos. Exijamos al gobierno provincial que se sometan a revisión las medidas que se están tomando. Claramente es responsabilidad del Gobierno la preservación de nuestro patrimonio.
Carlos Alvarado MA, Sorbona.
Poeta, escritor
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