Marilyn

MARILYN

La noche tiene la forma de un grito de lobo.

Aprisionada: alguna vez se olvidarán las culpas, se emparentarán los vivos y los muertos.

Aprisionada: no has sabido prever que su final iría a ser la gruta a donde iban los malos en los cuentos para niños.

A. Pizarnik

¿Qué oportunidad y qué justicia tuvo Marcelo Bernasconi?

Buenos Aires. Argentina. El 16 de marzo de 2010, Marcelo Bernasconi, de 19 años, fue condenado a prisión perpetua por matar a su madre y a su hermano, a balazos, a quemarropa.

Una familia (casi) típica de campo, en la muy extensa pampa del desamor y el desencuentro. Una educación deficiente. Un padre, una madre, dos hijos, cerdos y vacas. En una patria que aún se desangra entre la civilización y la barbarie.

A Marcelo su madre y su hermano lo llamaban Marilyn, con la única finalidad de denigrarle.
Hoy acepta el mote, como buscando transformar el oscuro nombre del escarnio en la luz desenfadada de la verdad. Ahora tiene una nueva identidad. Identidad: idéntico y distinto. Lo que somos y lo que no somos. Se acepta como Marilyn y se auto designa, “puto”.

Siendo aún muy pequeño, su madre lo trató como una niña, lo vistió de hembrita y le regaló primorosos vestiditos, moños y hebillas... muñequitas...
Cuenta Marilyn que su infancia en el campo fue “alegre y triste”, casi como la de todo el mundo. Alegre porque podía jugar, solo y en libertad. Triste porque el afecto le dio la espalda. No hubo besos, ni caricias, ni la comprensión de mamá. El desapego había fijado residencia en la casa de Alicia Pérez, la madre de Marilyn.
Marcelo camina por un delgado hilo tan fino como un cabello y tan cortante como el filo de una espada. El relato de su novela familiar abreva en la realidad y se diluye en la ficción.
Todas las mezquindades con las que creció Marilyn, le hacen dudar hasta de la maternidad de doña Alicia.

- ¿Pudo esta mujer de 41 años darme a luz? Lo cierto es que no me parezco a ella, ni a mi hermano.

Le han dicho que es en realidad hijo de otra mujer, de una amante de su padre... Se imagina hijo del amor...

Marilyn sí se reconoce en los gestos de su padre.
Mientras su padre estaba aun con vida, Marilyn le confiesa su homosexualidad. El padre entristece pero le dice que lo ama tal como es.
Al poco tiempo muere el papá.

Allí comienza lo que él llamó “su infierno”.

(Suena en mi computadora una canción de Silvina Garré “todos tenemos un infierno en la cabeza que no se lleva bien con este corazón”).

Antesala del Infierno.
La misma madre, la de los moños y las hebillas, ahora quiere que el adolescente Marcelo sea bien hombrecito. Su hermano tiene problemas físicos que le impiden ocuparse correctamente de las vacas y los cerdos. Marcelo debe salir al alba a buscar las vacas para ordeñarlas. Hay más trabajos, rudos, duros.
Para burlarse de él, la madre y el hermano siguen llamándole MARILYN. La madre y el hermano lamentan no haberlo arrojado a los chanchos cuando aún estaban a tiempo... Ellos dicen sentir vergüenza de Marcelo-Marilyn, al que buscan los muchachotes para mofarse y a la vez para aliviarse en él. Marlyn recuerda a los chongos. Muchachones de insultos frontales y de coqueteos furtivos. Más de uno lo acosa por sexo.

Caen espesas las gotas del desamor en la copa casi llena de Marilyn.

Marilyn conoce por esos días a Matías, que le da amor y comprensión. Una bocanada de aire fresco. Se aferra a él como lo haría un balsero a un flotador, intentando dejar atrás la Cuba de la tiranía. Me miran los ojos risueños de Reinaldo Arenas. Me invade la impotencia que debió sentir ante tanta mala entraña. Sus ojos ya marcados por el exilio. Me miran también los de Lorca, desafiando el pelotón de fusilamiento.

Marilyn es un eslabón necesario en la cadena de producción familiar. Debe ocuparse del campo como hombre, pues así nació... y debe ocuparse de los quehaceres de la casa como Marilyn pues así se crió. Demasiado niño como para tomar una decisión y demasiado maricón como para no estar obligado a las tareas domésticas y lo suficientemente hombre como para hacerse cargo del campo. Comunes paradojas en las vidas de los oprimidos...
¿No fue la mujer hasta hace muy poco considerada una menor, sin derecho y con mil obligaciones?
Nadie sabía que Marcelo era abusado, oprimido y espoleado. Los que veían de afuera nunca se percataron. Y claro, es normal, los dictadores tienen muy buena imagen en el exterior.

Rezuman las gotas espesas, brillan como miel pero son tan amargas como el vinagre con el que empaparon los labios de Jesús agonizante.
Ruedan los dados. Se disputan el manto. Cantan los gallos...
Le prohiben volver a ver a Matías... luz del alba, flores de la alfalfa...

Luego los pecadores arrojan la primera piedra...

- El papá murió por tu culpa... por la vergüenza que sintió por vos...

Arrojan estas palabras a la cara de Marcelo, como quien escupe al enemigo. Escupen venenos las serpientes. Golpean duro como quien se atreve a golpear con la lanza un costado débil.
Pero Marcelo no pide perdón al cielo por la ignorancia de los suyos.

Sube la cólera como lava incandescente. El rojo primor de los moños se deshace en una rabia incontrolada. Marcelo pierde la cabeza. Toma la carabina 22 y dispara por la espalda a su hermano... se escapa un bandada de pájaros. Marcelo ya no recuerda más... la madre cae también baleada. Marcelo pierde el hilo de los hechos. Una furia enorme lo ofusca, lo encegece, lo ensordece... El hijo del desamor dio disparos certeros.

Marilyn se arrepiente hoy.

Marilyn camina suavemente por un pabellón reservado a homosexuales, hay cortinas rosadas que el viento mueve. Suena la cumbia... “con mi pollera amarilla”. Tras la reja, mira Marilyn. Sus ojos buscan la línea del horizonte. Otea el punto morado que dibujaba el sol antes de encenderse en llamas esa mañana. La mirada de Marilyn se queda suspendida a la espera del olvido.

Ahora Marcelo quiere estudiar. Quiere ser abogado como todos aquellos que han sido víctimas de una gran injusticia o como todos aquellos que creen que la Justicia es posible. ¿Quiere él brindar un juicio justo a las próximas víctimas inocentes del encono?
Me lo imagino abogado... arrimando una escalerita al pedestal marmolíneo de la Justicia, se acercará por la espalda de esa señora regordeta, que empuña una espada y una balanza, le acariciará el liso cuello, y le ajustará la venda de los ojos.

Mientras me pregunto ¿qué oportunidad tuvo Marcelo-Hijo del desdén? Él no tenía la cartografía necesaria para dejar el calvario y huir, no pudo anticiparse a lo irremediable.

Tal vez pidió que se le apartara el amargo cáliz, cuando ya era tarde. Tal vez tan sólo debió cumplirse en él un patético destino.

En este mismo sentido debemos preguntarnos: ¿Qué oportunidad tuvo Matthew Shepard (21) asesinado y torturado por ser homosexual? ¿Qué oportunidad tuvo Tyler Clementi (18) que se suicida luego que avasallaran su intimidad y se revelara su homosexualidad? ¿Qué oportunidad tienen los miles de adolescentes que se suicidan cada año, por abuso y por acoso, víctimas de la discriminación?
Ellos que ayer fueron perlas son hoy tan sólo ojos de vidrio en una sarta de odio e incomprensión. “Un homosexual muere asesinado cada dos días en América Latina” debido a su orientación sexual.
En Argentina tenemos una “Dirección de la Mujer”, para darle refugio, protección y orientación a las víctimas femeninas del abuso de fuerza y de los abusos sexuales.
Pero estos menores están desamparados por su propia condición. Doble víctimas de la discriminación.
Sólo quería dejar en este espacio una pequeña reflexión sobre el tema.
Y aún me pregunto:
¿Qué oportunidad y qué justicia tuvo Marcelo Bernasconi?
***
Carlos Alvarado, octubre 2010

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