Antinoo, poema de Oscar Hermes VILLORDO





Con la resignación de la tristeza,
Antinóo ensaya el gesto, pero mudo,
porque es ardua la luz de la belleza,
y en medio de la luz está desnudo.

En las formas del mármol aun persiste,
melancólicamente verdadero,
en mirar la corriente que no existe,
solo, como aquel príncipe de Homero.

(El poeta lo nombra entre diversos.
Era tímido, no era como Ulises.
Entre la muchedumbre de los versos
está solo. Y es todo lo que dice.)

Así Antinóo. Y en la corona ausente,
en la corona funeral que nunca
le ceñirá con su laurel la frente,
está su juventud que quedó trunca.

Pero en su eternidad de dura piedra
la carcoma del tiempo lo rodea
y le teje la sombra de otra hiedra,
porque el tiempo destruye lo que crea.

Y va a morir. Y sin embargo,
en la muerte que vive está cautiva
su soledad (también el arte es largo),
y el mármol, para él, es carne viva.

Victorioso del tiempo en forma muda,
nos avisa en el gesto del amante,
cuando cada muchacho se desnuda,
que nuestra eternidad es un instante.

Y solo, y extranjero, con el no
del suicida, se yergue en cuerpo fuerte.
Y él es todos los cuerpos. ¡Antinóo,
tanta carne salvada de la muerte!

Delfos, Grecia, 1962
"Antinóo", de Oscar Hermes VILLORDO, extraído de: Oscar Hermes Villordo, poesías presentadas por Manuel Mujica Lainez; Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1966, p. 95-96.

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