No elegí caminar sobre la hierba púrpura
del Emperador de Oriente
Exponiendo mi cuello a la daga
No elegí mojar mis manos en la fuente prohibida
Ni beber la ambrosía que ebria vertía Hebe
Fue tu mano la de las lisonjas
Y tu boca la del aliento de espadas
Fue tu osadía mi vergüenza
Que me hizo derrumbarme de rodillas
Tu paso ligero, fugaz, perdido
Para dejarme anhelante
Persiguiendo la huella de tus velos
Tanto hiciste para obligarme a ocultar la cara
Ahora no puedo admitir que mi costado sangra
Por la estocada que no diste…
Que mi beso de oro vale menos que la nada
Ahora no puedo creer que te has ido
Persiguiendo la noche y su séquito de sueños…
Ahora que te has atado al mástil
para escuchar
las sirenas que no cantan
Ahora que en las alcobas enredas tu sombra
Anda tu luz buscándome en el silencio de mi almohada…
©Carlos Alvarado-Larroucau 11/10/2017
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