A mi hijo Wadie, poema, de Buzid Herzallah (Argelia); traducción Carlos Alvarado-Larroucau


A mi hijo Wadie

Estremecimiento azorado del párpado, tras generosas preguntas
Sobre el estupor…
Y el aguacero.
Para él la distancia, la neblina,
La claridad,
Y la sombra clemente.
Para él las ninfas huríes,
Y los ríos que corren detrás, Edenes, signos y perlas
Para él el secreto del rocío del día,
El silencio de una nube atravesando sus costas, indicando lejanía.

Para Wadie, vierte la canción.
Para él, la vena y la arteria,
Y los racimos que penden del reclamo de un suspiro de la mujer herida de pecado
Por él los estremecimientos de la gravilla,
El agua que canta ritmos
Para él los soles que lo cubren.
Para él el naciente
Y el poniente
El alba y el crepúsculo.

Para Wadie las alas del estupor…
Para él las nubes de deliciosas seducciones,
Para él el poema salido de la llovizna de mi vida, de la fiebre de mi relincho
Para Wadie, lo que abunda en las tormentas
Suficientemente generoso para regar mis campos.

Para Wadie el secreto de la primera herida de las lenguas en llama.
Lo veo vaciar su noche en un sorbo de su vaso
Que suena a seducción, pisoteando lo imposible,
Devolviéndome viejos tiempos:
En Wadie comienza la historia
Y se termina.
El principio y el fin.
También los pequeños detalles.
Para él la modulación y la ausencia
Y la presencia.

¡Oh mi niño! obstinado y rebelde,
Te fijas en tu silencio por mí herido
Si lo quisieras te diría lo que oculto, no dejarías la vida escurrirse,
Te alegrarías por ella como lo hago.

Perdonarás a aquellas y a aquellos que complotaron contra la paz
Para ti eso más imponente que las palabras.
Dime Wadie ¿cuándo pases por mi tumba,
Reunirás los restos
O más bien pasarás sobre las palabras de los amantes
E intencionalmente en los detalles de los cuentos?

¡Oh Wadie! alcanzarás la significación,
Rozarás como ese viejo, el seno de una niña precoz,
Para que se abra la distancia entre dos rimas:
De un seno y de un lazo.

Y Wadie es como Dios,
Se sienta sobre el libro de las enamoradas,
Es como un niño cuando tímida una niña le besa la mejilla,
Como un poema que camina sobre los miembros de su autor,
Lanzando su poesía al viento,
Apagándolo en las penas de un dado.

Eres tú el morador de mis fortalezas.
Eres tú quien ofrece al poema el aturdimiento del último vaso,
¿Me reconstruirías
Si mis dudas vociferaran?
¡Oh Wadie! Para ti la primavera,
Para ti los cirios
Y los brillos,
Para ti el camino,
El antes y la paz.

Para mí, el insomnio
Lo heterogéneo
Y la dispersión,
Para ti la presencia cuando mi ausencia, mi amigo.
Para mi tu luz en mi sendero.

Buzid Herzallah
Argel, febrero 2011.
Traducido al español por Carlos Alvarado-Larroucau

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