Las
gardenias en las noches de los saurios
Cada noche con latidos acelerados
a pesar de un habitual descaro
él cruzaba la calle de los bomberos
para robar las gardenias del jardín de nadie
-vergel
que también era de todos-
un par de flores blancas
sustraídas
casi naturalmente
para tu vaso
cobalto
esmerilado
Reposabas entonces tus sueños
en el embozo
de
aquellas flores hurtadas
Le bastaba a él tu sonrisa plácida
y tu pelo esparcido en las almohadas.
El aire te traía un rumor de arena y olas
y
dormías como niña enamorada.
Mientras…
se agitaban los saurios en los subsuelos
y copulaban diminutos dragones en las cornisas
Los enamorados no escuchan devanarse
las deshilachadas ligaduras de las momias
ni
el crepitar del hielo bajo los pies del desengaño.
Por las noches
siempre hay pasos en los senderos de guijarros
aún sin nadie
aún
sin sombras
Los enamorados no ven
que la plácida luna prepara
trepidantes tormentas
de
olas desmesuradas.
La luz no ve nunca la sombra
que ella misma funda
Ni el desierto, el aluvión
que
los tifones llevan.
Abre tus ojos, tú… niña de las Gardenias.
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